Principios para ser un pastor según el corazón de Dios
Una de las frases más comentadas del nuevo Papa Francisco, y más aireadas por los medios de comunicación para demostrar el nuevo talante de la Iglesia Católica bajo su mandato, fue: «La Iglesia necesita pastores con olor a oveja». El autor del presente libro llega exactamente a la misma conclusión, solo que mucho antes que Jorge Mario Bergoglio, y en un contexto muy distinto, el de las iglesias evangélicas de Brasil, que es donde ejerce su propio ministerio pastoral.
Su mensaje es que la Iglesia contemporánea precisa de un gran despertamiento espiritual en la vida de los pastores Necesita pastores que amen a Dios más que a su éxito personal; que estudien a fondo la Palabra y traigan alimento nutritivo al pueblo; que vivan en oración y sean ejemplo de piedad para el rebaño. Pastores que den la vida por las ovejas en lugar de explotar la grey; que no se doblen al pragmatismo ni vendan su conciencia por dinero o éxito. Pastores fieles y no pastores populares; hombres quebrantados y no astros ensimismados. Pastores que entiendan su misión y valoren su trabajo haciendo suya suyas las palabras de C. H. Spurgeon a sus estudiantes: «Hijos míos, si la reina de Inglaterra os invita para que seáis embajadores en cualquier país del mundo, no os rebajéis de puesto, dejando de ser embajadores del Rey de reyes y del Señor de señores».
Por desgracia, la realidad es muy distinta. En la constelación de la grey evangélica cada vez hay más estrellas, cada vez son más los pastores a los que gusta ser tratados como astros del cine y actores de televisión, olvidando que las estrellas brillan donde el sol no está brillando, y que donde brilla el Sol de Justicia no hay espacio para que brille el hombre. Dios no comparte su gloria con nadie. Toda gloria dada al hombre es vanagloria, y el culto a la personalidad es idolatría y una abominación para el Señor. En la Iglesia sólo Jesús puede ser admirado, honrado y exaltado.
Pese a toda esta denuncia, no estamos ante un libro crítico, sino todo lo contrario. Su objetivo no es tanto denunciar los errores y sus peligros, como aportar ideas para evitarlos y corregirlos. Su reflexión es que si bien los pastores son el principal problema de la obra, también son el instrumento principal para su crecimiento. Y su conclusión es que ¡necesitamos desesperadamente de un avivamiento en el púlpito!, pues como afirmaba D. L. Moody «el despertar de una iglesia empieza cuando se prende una hoguera en el púlpito». En “De pastor a pastor”, compagina el consejo de grandes hombres de Dios con sus experiencias, y concluye que antes de pastorear a los demás, el pastor debe pastorearse a sí mismo, antes de exhortar a otros debe exhortarse a sí mismo, antes de confrontar los pecados de otros tiene que confrontar los suyos propios.
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