La música no debe ser encasillada como la única expresión exclusiva para la adoración ni debe estar restringida solamente al canto congregacional de alabanza.
La funcionalidad de la música en la proclamación, enseñanza, servicio, compañerismo y adoración puede ser optimizada por cada iglesia local.
Este libro investiga ejemplos del uso de la música en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, proponiendo aplicaciones pedagógicas y de servicio para que las generaciones actuales, que viven inmersas en un mundo musicalizado, encuentren expresiones y vehículos para internalizar y vivir las verdades de Dios.